Pensar que nuestros antepasados no tuvieron que desplazarse muy lejos de su hogar para encontrar a su futuro cónyuge, es algo lógico si tenemos en cuenta que antes del siglo XX el amor no era el motivo más importante para casarse.
Las personas solteras solían hacerse algunas preguntas como:
¿Quién tenía mayores habilidades para gestionar un hogar?
¿Quién podría ser una mejor ama de casa?
¿Quién estaría más capacitada para cuidar los hijos menores de un viudo?
¿Quién era heredero de unas tierras o una casa?
¿Quién podría proporcionar un techo seguro donde vivir?
Estas y otras preguntas similares eran habituales entre quienes habían decidido formar una familia.
El transporte no era como el que disponemos hoy en día, dificultando así emprender un viaje en busca de una futura esposa.
Lo más fácil era mirar a su alrededor y encontrar a alguien interesante que le hiciera sentirse bien.
En muchas ocasiones eran las mismas familias quienes “pactaban” el matrimonio de sus hijos, los cuales acataban la decisión de sus padres sobre quién debía ser su futuro cónyuge.
Excepcionalmente, algunos hombres se marchaban de su pueblo natal hacia otros destinos donde encontrar mejores condiciones de vida y era en ese destino donde encontraban a su futura esposa.
La próxima vez que consultes padrones, además de poder encontrar a hermanos, tíos y abuelos de tu antepasado, no pierdas de vista el resto de los vecinos porque cabe la posibilidad de que descubras entre ellos a sus suegros y cuñados.